Yo siempre he considerado en mi
manera de entender la música por sevillanas, que para que un grupo tenga su
propio estilo y personalidad, es muy importante que tenga a algún compositor
dentro del mismo grupo que sepa darle su propio sello y sus propias señas de
identidad, ahí tenemos los ejemplos de Pascual con los Cantores de Híspalis, José
Manuel Moya y Juan Díaz con los Romeros de la Puebla, los hermanos Sánchez Berenguer
y Manolo Jurado con los del Guadalquivir, a Juan Antonio Hurtado, Felipe Díaz y
Alonso Pavón con Amigos de Gines, a Juanini con los Marismeños, a Guillermo
Calado y Ecos de las Marismas, a Moyares y Ecos del Rocío, a los hermanos Rincón con Marisma, a los hermanos
Gallardo y Senderos… y más reciente tenemos a Carlos Quintero con Cantares de
Huelva, Abelardo y Antonio González con Malandar o al grupo y el autor con los
que me quiero centrar hoy: Manuel Jesús López “Táchu” y LUBRICAN.
Lubrican tiene una luz, tiene la
luz que desprendían los grupos de sevillanas en los años 80, los años de la bonanza musical, la luz que al caer la tarde se pierde entre los pinares del coto, la
luz que desprenden las cales de su
pueblo, la luz de la mirada de los niños que juegan al salir del colegio o la
luz de los abuelos cuando nos hablan del Rocío de antaño.
Lubrican tiene un faro que
ilumina el caminar del grupo por las difíciles sendas de este complejo mundo de
las sevillanas, un faro que si tiene el apoyo que necesita iluminará también a
otros muchos artistas del género porque este faro y esta luz tiene un don, y
con el don se nace, ese diamante en bruto que se está puliendo él solo a base
de mucho esfuerzo y trabajo, de exprimir esa creatividad que está al alcance de muy pocos, se le conoce por el sobrenombre de Táchu y es un compositor
como la copa de un pino… pero de un pino de Hinojos.
Lubrican es ese clavo ardiendo
al que se quieren agarrar muchos de los aficionados pesimistas que no quieren o
no pueden ver que aún quedan rescoldos en la candela de las buenas sevillanas,
porque Marcos, Victor y Táchu tienen en sus voces la frescura de los amaneceres
de Doñana, los aromas del hinojo y la menta, la pureza de los parajes de su
entorno, la elegancia de los potrillos marismeños y trasmiten con sus coplas la luz del
Lubrican.
Mi abuela a mí me contaba... de un
caminito que huele a pino y a sal, caminos que no se olvidan, también me dijo
que existía una malvada enredadera que era una ladrona de corazones, o que un
arisco Cartero se quedaba con las historias de novela y las obras de teatro,
ella me decía siempre que con las cosas sencillas se puede volver a la vida, me
contaba de unos lugares marismeños donde había flores de un mismo ramo y una
arboleita verde, donde los niños se pasaban las horas jugando al Rocío… mi
abuela a mi me contó que todo aquello ocurrió en un pueblo que es puerta del
Rocío, pertenece a la provincia de Huelva y tiene el nombre de una planta
aromática y medicinal: Hinojos.
¡Ojalá, al igual que esos pinares
de Hinojos que como dice Feliciano Pérez son columnas que sostienen al
firmamento, con el pasar de los años podamos decir que Lubrican y Táchu son pilares
fundamentales donde se sostenga el firmamento sevillanero! Cualidades tienen
para ello.